sábado, 21 de febrero de 2015

LOS TRES ENEMIGOS DEL ARTE PÚBLICO

Texto escrito para La Artillería en su edición # 12 Edición especial dedicada al Arte Urbano.

El siguiente texto aborda algunos planteamientos del filósofo y catedrático Félix Duque Pajuelo, tomando como base uno de los textos fundamentales dentro de las investigaciones que se ocupan de analizar la relación entre el arte y las sociedades: “Arte Público y Espacio Político”. A partir de éste,  podremos esclarecer cuáles son los tres factores hostiles que “prostituyen” las funciones mismas del Arte Público en relación a la creación de “espacios políticos” y su intencionalidad reveladora de ser un arte "democrático".

Hoy, en esta era de la "posmodernidad" en la que Zygmunt Bauman afirmaba que ya no existen los ideales sólidos que propuso aguerridamente el proyecto moderno, el arte, aún continúa con la tendencia de alfabetizar a través de la manipulación de las mentes y los deseos del pueblo, utilizando la propaganda pública, ya sea proyectada desde el espíritu rebelde del artista exiliado de la burbuja que resguarda al sistema del arte oficial, es decir, desde la disidencia, o por otro lado, desde la intervención en las calles del artista privilegiado cuyo trabajo no desea reconocerlo como una insulsa manifestación cultural del entertaiment esnob y por lo tanto, ha de estar al servicio del pueblo o de su comunidad, con obras que tengan ante todo, la propiedad de causar conmoción. 
Estas dos perspectivas encarnan algunos síntomas de lo que aquí llamaremos Arte Público.  

Antoni Remesar profesor de la Universidad de Barcelona y director de CER-POLIS nos da una definición de arte público bastante interesante a saber: “Es pues el arte público, el conjunto de intervenciones estéticas que actuando sobre el territorio desencadenan mecanismos sociales e individuales de apropiación del espacio que contribuyen a co-producir lugar”1.

Ahora bien, una de las funciones fundamentales del arte público además de co-producir lugar, lo cual es entre otras cosas permitir que el público se reúna en su entorno en cuanto creadores (ellos mismos) de un ambiente abierto y dinámico, es decir, el arte público cumple en términos de Félix Duque su función de espaciar “hacer sitio” (de encuentro, de referencia, de entretenimiento, de memoria, etc.), es la de servir como decorado de una zona que ha de necesitar cierta "renovación urbana", sea esta patrocinada por agentes gubernamentales con sus respectivas dinámicas institucionales en las cuales pagan un dinero “considerable” al artista de moda para que ejecute una obra que en la mayoría de los casos se reduce a reproducir a escala colosal lo mismo que ubicaron dentro del museo; o por otro lado, pueden las instituciones lanzar esto que llaman una “convocatoria pública”, estilo concurso de arte, donde el premio será aportar precisamente ese decorado citadino oficial, que abarque puentes, columnas, calles o fachadas. 

1,Puente intervenido por el colectivo Azul 401 dentro de la Segunda Convocatoria de Fomento y Estímulo a las Artes Plásticas, promovida por la Secretaría de Cultura Ciudadana, 2.Intervención “Una sonrisa para el Doce de Octubre” dentro de la celebración del Bicentenario 2010, 3. Intervención anónima, se lee “Si la prensa calla entonces, que hablen las murallas”, 4. Grafiti de una comuna de Medellín.
En oposición a esto, quienes son conocidos por la jerga popular como artistas urbanos, recurren a posicionar su estética callejera como una marca territorial a través de grafitis o murales hechos sin el control de la institución. En cierto sentido, el arte público  hecho desde los márgenes del sistema se convirtió en un escape al control, en una irrupción a los mecanismos de poder y entre tanto, a los mecanismos de percepción que impone por ejemplo el museo, desde ese “deber” (como mencionamos anteriormente) de alfabetizar al público a través de lo que conocemos como "alta cultura". Por lo tanto, estas manchas, mensajes y grafos que aparecen en nuestra ciudad son una importante muestra de autonomía de quienes las producen desde la calle y sus detritus, y constituyen entre otras cosas, la manera más democrática de ver y de hacer arte.

Por otra parte, un número importante de las obra que hacen parte del espectro que constituye el arte públicoson un grito esquizoide que en cierta medida ensucia, es un tremendo ruido visual, y digo esto no con un sentido negativo, sino porque el paisaje urbano está constituido por una gran acumulación de pastiches visuales, carteles, grafitis, dibujos, textos, letreros, murales, neones, etc, que protestan precisamente contra esa extrema pulcritud que se asigna desde el cubo blanco para el arte y desde los estándares culturales que impone el poder sobre qué mirar, cómo pensar, en qué creer y cuando actuar.
5. Obra del artista urbano Banksy realizada en el muro de Gaza en Palestina, 6 y 7. Exhibición de Banksy en Sotheby's, una de las  empresas multinacionales de subastas más importantes del mundo.

Sin embargo, el arte público tiene tres enemigos propiamente dichos que al parecer son tres factores que se encargan de desvirtuar sus funciones, porque son los mismos que infieren precisamente en su ideación, producción y ejecución: ¡el enemigo está dentro!:

El primer gran enemigo del arte público es el poder, el rico perteneciente a la “alta cultura” como donante generoso cuyos recursos pondrá al servicio de la patria y por lo tanto del pueblo, en donde uno de sus propósitos es vender un nombre (gubernamental, corporativo o natural) en la ciudad. A esta ciudad habrá que poner un conjunto de ornamentos luminosos, extravagantes, pomposos y atractivos en una suerte de neo-disneylandización (sic) a la "altura y el buen gusto" de algunos ciudadanos que aborrecen al grafitero o al artista urbano menor y que no quieren hacer otra cosa que volver la ciudad un cliché, un refrito desmejorado de las ciudades más “civilizadas”. En otros casos, el mismo poder institucional utiliza la estética urbana nacida desde la disidencia, y la manipula a su favor dando como resultado una intervención efímera o perdurable  en la que el poder se une a la periferia para “vender ciudad”.

El segundo y quizás el peor enemigo del arte pùblico es justamente el público mismo, el  grupo social bicéfalo que se determina por la “gente del común”  por una parte, constituido por la clase media y baja que en la mayoría de los casos se siente marginada, y por lo tanto, se ve conmovida por estas manifestaciones artísticas genuinas y siempre incómodas en contra del poder, pero que al mismo tiempo practican la mala costumbre de estropear, dañar, robar y ultrajar cualquier otra intervención urbana oficial que no esté dentro de sus ideales V de Vendetta. Es entonces cuando el artista se ve en la obligación de pensar su obra considerando la comunidad a la que estará expuesta, en palabras del artista, curador y gestor Carlos Uribe: “Ello supone un compromiso mayor: los enfrenta  a personas que no tienen alfabetización estética. La gente que va a una galería va predispuesta a ver una obra de arte. En cambio, la obra que se lleva a la calle debe dialogar con saberes espontáneos, que no son propiamente estéticos”2
El segundo grupo social lo integra la clase alta, esa a la que generalmente incomoda todo cuanto no este a la “altura del buen gusto”, y son por lo tanto quienes de manera legal, intentan hacer por temporadas estas limpiezas urbanas (para nada honestas) en las cuales esconden lo “feo” movilizando vagabundos, borran murales y grafitis como ocurrió durante el VII Foro Urbano Mundial el pasado mes de Marzo del 2014, o como vimos hace poco cuando según informes de la prensa local tras una orden de la Alcaldía de Medellín, empleados de la Subsecretaría de Espacio Público y Control Territorial, taparon con pintura gris varios de los grafitis realizados en la carrera 43C, entre las calles 8 y 9 en el marco de Pictopía, Festival de Arte Urbano que fue realizado a finales de Octubre e inicios de noviembre del presente año3
8 y 9. Imágenes de las intervenciones urbanas borradas por orden de la Alcaldía de Medellín. En la imagen inferior puede verse una nueva intervención después de que pintaran el lugar.

Es precisamente en este sentido cuando nos percatamos de que el público constituye el peor enemigo del arte público, puesto que encarnan un enfrentamiento de clases, y esto se debe a que sus indicios estéticos se constituyen desde el arte culto, el gusto por lo popular y el folklore. Desde esta perspectiva cabe proponer un interrogante que aparece en el texto de Antoni Remesar “Arte contra el pueblo” y  cuya respuesta dejaremos como tarea de análisis para el lector que nos sigue: ¿Cómo puede ser algo público (democrático) y al mismo tiempo (elitista)? 

El tercer enemigo del arte público es lamentablemente el artista; ese ciudadano deseoso de alcanzar un nombre y hacer un capital cuando responde de manera servil al Estado, haciendo de su arte cualquier extravagancia siempre y cuando sea del gusto de la “gente culta” o del poder, sin importar si le es desleal a su autonomía creadora en tanto esto, signifique la oportunidad de llenar sus arcas. Este aspecto no ha de ser muy importante y se olvida en el instante mismo en el que el artista cree que está al servicio de eso que la propaganda llama “crear ciudad”. Es decir, el artista que propone su trabajo desde el arte público, oscila entre el halago al poder con la muy progresista identificación del auxilio social, o bien pretende dejar su huella con sus producciones en tanto actos convulsivos con el afán de irrumpir en esa especulación inmobiliaria donde el aburrido poder geometrizante y la asepsia arquitectónica (porque “no somos animales” y hay que olvidar el sentido de tierra) no deja otra salida que la de marcar territorio, (paradójicamente igual que el animal), sobre todo en una ciudad donde nadie es realmente importante salvo por el asesino o el violador,  el cual, logró por un momento la hazaña de que el público vuelva a ser “el pueblo unido” durante los tres minutos que dure la noticia4. A partir de ese momento y de esas no alentadoras circunstancias, aparece el artista que está dispuesto a solemnizar la tragedia, normalmente a través de becas de cultura (siempre que haya capital, porque del altruismo tampoco se vive) mediante un buen monumento que ha de servir de letrina a vagabundos y perros o de lugar para fotos y selfies (incómodo o absurdo para los menos entendidos) pero aleccionador y moralizante. 

10. Turistas se fotografían sobre el Monumento a los zapatos viejos, homenaje al poeta Luis Carlos López en Cartagena de Indias, 11. “Los niños de Villatina” Monumento ubicado en el Parque del Periodista en Medellín.

Si tomamos en consideración la importancia de los eventos que se producen a consecuencia de las contradicciones que manifiestan el poder institucional, el público y los artistas, el arte público no configura en absoluto, según esto, un nuevo y más justo espacio político sino que lo coloca en entredicho: Ya sea al poner en manifiesto la enfermedad social justamente cuando el posmoderno hombre citadino intenta evadirla fotografiándose y divirtiéndose en los solemnes monumentos, ya sea en cambio por la lucha obstinada del público mismo contra los espacios oficializados, o bien, al introducir en las esferas marginales de la urbe la voz de los muertos, en un sentido de “patria” que cree honrarlos mediante un monumento fúnebre y austero que como ocurrió con “Los niños de Villatina” ubicado en el Parque del Periodista en el centro de Medellín que conmemora la masacre de un adulto, siete jóvenes y una niña de ocho años en 1992, este hecho como “solución amistosa” con el fin de “subsanar” el daño para los afectados incluyendo a sus familiares, no significó nada, el rechazo fue inminente, lo consideraron como un gasto de dinero innecesario y los niños, para sus padres, quedaron muy mal ubicados, en medio de borrachos, drogadictos y nocti-vagos y entre las complicidades y perplejidades de peligros, fragmentos de vida, risas, droga, alcohol, pájaros, ratas…
Esa cualidad utópica que caracteriza al arte público no ha podido tener solidez gracias a estas nombradas circunstancias.
La calle precisamente es un mecanismo digestivo que se alimenta de todo  sin desechar nada”.5

LA IMAGEN BANALIZADA

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